A los 6 meses de haber sido nombrado canciller del Reich, asumió todos los poderes y comentó su frase célebre: “cuando tengamos el poder no lo soltaremos nunca”.
Por José Ramón Moreira Aliatis
Empresario, ingeniero comercial y periodista
El nazismo fue y será plaga devastadora en el tiempo y el espacio. Basta decir que al cumplir 7 décadas de su terminación, de la liquidación de ese poder maléfico en Alemania, todavía el gobierno teutón anda tras la pista de cualquier criminal nazi en lugares tan lejanos como Ecuador, para terminar cualquier vestigio de esa demoníaca cola que causó tanto daño al mundo entero. Es tanta la maldad que transmitió, que persiguen a todo fanático, si es que existiera, porque sumieron en las más profundas de las desgracias a varias generaciones de europeos, como logró transformar el humanismo de personas con cultura -de las más elevadas en la religión en el respeto hacia el prójimo, cristianos- en asesinos de los más abyectos.
¿Cómo lograron llegar al poder? Después de trabajar intensamente, Adolf Hitler, como todos los políticos persuadidos de su convicción mesiánica, sin descansar un solo instante desde su inicio en 1920, gracias a su talento oratorio, a sangre y fuego respaldado por fuerzas policiacas oscuras (la famosa Gestapo) y enmascarados en la democracia, por fin en 1933 fue nombrado canciller del Reich.
¿Cómo gente común, de tradiciones y principios, banqueros, judíos, industriales, científicos, comerciantes (el mismo presidente Hidenburg cedió al final), la Curia y todos los fanáticos del nacionalsocialismo, se dejaron robar su voluntad? Se dejaron embaucar por el encanto discursivo, al principio medio torpe, tímido, fingimiento, con lloriqueos que eran parte de su atracción, después con ojos llameantes, con ira, amenazador, intimidador, persuasivo, aunque muchos lo lamentaron cuando el mal ya estaba hecho. Se llenaba la boca comentando que la llegada al poder tenía que ser apegado a la legalidad.
A los 6 meses de haber sido nombrado canciller del Reich, asumió todos los poderes y comentó su frase célebre: “cuando tengamos el poder no lo soltaremos nunca”.
Eliminó toda oposición política. El financiamiento de la campaña de su partido lo aparentaba que era a base de la cuota de sus seguidores, cuando sabemos que, a más de muchos industriales también aportaron los judíos sin pensar que igual sería su verdugo.
De la miseria del trabajador alemán se valió para escalar la cumbre del poder político. Con las mujeres era encantador aunque después se encontraron con su tuza. Todas las capas sociales sucumbieron ante su encanto.
La organización política de su sistema de gobierno fue copiada de la organización piramidal de la Iglesia Católica, es decir, el papa en el vértice de triángulo y los cardenales con derecho de elección. Por supuesto que el ungido siempre fue el FÜHRER, los demás podían ser eliminados.
Hitler no era alemán, pero demostró que con la papeleta de votación tenía el arma revolucionaria para convertirse en nacional, como en efecto lo hizo; y de allí en adelante se creyó INFALIBLE, dueño de vida y muerte, todo lo decidía de acuerdo al carácter del momento.
MANTA, 22 de mayo de 2015.
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