La Dirección Municipal de Turismo de Manta, compuesta de gente joven entusiasta, trata de promover el desarrollo turístico dentro del cantón mediante programas para capacitar a los operadores del sector y agregando atractivos a la oferta de ambientes naturales, según lo que nos dijo Sonia Christiansen Barberán, directora interina de esa dependencia.
La capacitación, que tiene como cooperante a la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), está diseñada con dos propósitos básicos: que los operadores turísticos hagan sus actividades sirviendo bien a los turistas, sin perjudicar el ambiente natural que atrae a estos; y, que los primeros puedan comunicarse fluidamente con los segundos de otra lengua diferente a la española, para lo cual se enseñan los rudimentos del idioma Inglés.
Los atractivos turísticos complementarios están dados en actos de entretenimiento, diversión y compras. Entre los primeros, visitas guiadas a museos. La recreación se ofrece en espectáculos de arte musical escénico y competiciones deportivas. Y, en cuanto a las compras, suelen organizarse con frecuencia ferias artesanales con productos de varios lugares del país.
Christiansen, ingeniera en Hotelería y Turismo formada por la Uleam, considera de alto valor el trabajo que hacen para promover las playas marinas de las zonas rurales del cantón (San Lorenzo, Santa Marianita, etc.) donde se conserva la pureza de su ambiente natural. Reconoce que los turistas provenientes de las grandes metrópolis del mundo prefieren estos destinos, por lo que es indispensable protegerlos de la contaminación de cualquier tipo.
LOS PROBLEMAS
Admite que las playas ubicadas al pie de la ciudad están bastante contaminadas por múltiples factores y además necesitan un reordenamiento de los servicios turísticos a fin de que haya espacios reservados para cada actividad: alimentación, deportes, espectáculos musicales, descanso. Así mismo en el agua, espacios para: bañistas, deportistas, navegación recreativa.
En este punto coincide Ariel Vázquez, propietario del Restaurante Las Velas, uno de los muchos que funcionan en la Playa El Murciélago. Pone de ejemplo la organización turística de Cuba (su país natal), donde el agua de playa está perfectamente delimitada con largas boyas coloridas para que el público escoja el espacio que prefiere.
Vázquez profundiza en el tema y observa que la playa de El Murciélago necesita grandes baterías sanitarias, duchas numerosas y también vestidores; que le falta control para evitar que la gente haga urinarios en las partes posteriores de los restaurantes y de cualquier otra edificación presente en el lugar. También indica que ha faltado coordinación para que los restaurantes tengan actividad en las horas nocturnas cuando se presentan los conciertos de artistas muy famosos.
Pero es en la playa de Tarqui donde se experimenta con más fuerza la falta de un ordenamiento del entorno y los servicios turísticos que allí se ofrecen. Este sitio recibe constantemente aguas servidas descargadas a través del cauce del río y de algunas alcantarillas, de modo que los prestadores de servicios y sus usuarios deben convivir con los riesgos de un ambiente insalubre, donde tampoco hay baterías higiénicas suficientes, ni duchas ni vestidores, y mucho menos regulación ni orden para las actividades de recreación dentro del agua.
Lo bueno del caso es que en la Dirección Municipal de Turismo se reconocen las limitaciones que tienen allí para desempeñar sus actividades; y, de contraparte, las cada vez más numerosas y sofisticadas exigencias del turismo universal, entre ellas la conciencia social de preservar los dones de la Naturaleza usados como destinos de placer.