Conozco al doctor Carlos Teodoro Delgado desde cuando él estudiaba en el Colegio Cinco de Junio de Manta y yo estaba a cargo de la Redacción de Diario El Sol de la misma ciudad, así que he seguido bastante de cerca su trayectoria pública. Siempre me pareció una persona de aspiraciones altas, sobresalientes, por lo cual sacrificó muchos placeres de la época de juventud y dedicó su vida a estudiar responsablemente y en profundidad, teniendo entre sus referentes a los personajes más brillantes de la historia política ecuatoriana, sobre todo a los liberales y entre estos al expresidente Eloy Alfaro Delgado.
De oratoria fácil y florida, se ha destacado proclamando a reinas de belleza y pronunciando discursos, en diversos foros y circunstancias, vestido en toda ocasión de manera formal y bien cuidada, conservando el aspecto de sobriedad característica en él. Y como profesional del Derecho se lo considera versado y pulcro. Toda una estela de confianza para un hombre que se ha propuesto escalar alto y merecer el voto de sus conciudadanos cuando se halle en la arena electoral de la política partidista.
Su carrera de ascenso la ha corrido por tramos en la función pública, unas veces como asesor y las más como juez, hasta el nivel de Vocal Alterno del Consejo Nacional de la Judicatura. Hoy funge como Director Provincial de la Contraloría General del Estado en Manabí, función delicadísima, pues tiene la responsabilidad de cuidar que los recursos del pueblo ecuatoriano sean administrados correctamente en nuestra provincia. Es decir, en sus manos está la competencia y el encargo de auditar –y de ser el caso, glosar y sancionar- las cuentas de los organismos seccionales (gobierno provincial, gobiernos cantonales y parroquiales) y de todas las dependencias del Estado que funcionan en Manabí.
Para eso debe estar despojado de toda relación personal que comprometa su independencia como contralor, obligado a velar por la transparencia y rectitud en el manejo de los recursos públicos. Al menos, eso es lo que se espera de alguien que se ha fijado como meta ocupar el
puesto de primer mandatario del país, cargo que exige ponderación y firmeza.
De ahí que me sorprendió verlo recientemente en una fotografía publicada en los diarios, en la que aparece rodeado de algunos mandatarios que administran gobiernos seccionales y que, según la reseña periodística, fueron los principales oferentes de halagos durante un homenaje que se le tributó en Montecristi por escalar posiciones en la función pública. ¿Un contralor aceptando lisonjas de aquellos a los que debe controlar?
Pienso, sin embargo, que sólo es un traspié provocado por la emoción de habérsele confiado un nuevo cargo de elevada posición y que el doctor Delgado sabrá superar apropiadamente, porque él aspira a ser un estadista de relevancia histórica, cualidad que raya con lo excelso y que es decir probidad y templanza. Y la excelsitud -como bien lo sabe Carlos Teodoro por su experiencia de juventud-, tanto en la vida pública como en la privada, sólo se consigue sacrificando el interés personal y familiar, y demostrando competencia con hechos que a la vez revelen coraje para administrarla en función del servicio público. Ecuador necesita hoy, más que nunca, personas que lo sirvan en vez de que sólo se sirvan de él.
José Risco Intriago
MANTA, septiembre 08 de 2013.
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