El cerro de Montecristi, entre la realidad y la ficción

Hay días en que la niebla lo cubre parcialmente y otros en los que luce totalmente despejado; y así, entre la bruma y la luminosidad solar, el cerro de Montecristi se erige majestuoso en el centro del territorio cantonal que lleva su nombre, donde nadie que lo vea puede sustraerse de la tentación de admirarlo y el deseo de alguna vez subir hasta su cima para experimentar la sensación de maravillarse ante la grandeza espectacular de un paisaje bruñido de naturaleza viva y urbanismo.

El imponente cerro en cuya falda se halla la ciudad y el Centro Cívico Ciudad Alfaro. Montecristi, Ecuador.
Muchas historias se han tejido sobre este coloso manabita, una de ellas que se trata de un volcán inactivo y otra que en la cima hay una laguna comunicada con el mar.

Es la elevación terrena que en su falda acuna a la ciudad que vio nacer y crecer al general Eloy Alfaro Delgado, líder de la Revolución Liberal ecuatoriana de finales del siglo 19 y principios del 20, por cuyo triunfo alcanzó la distinción de presidente de la República, que trajo al país la modernidad de su época. Es la misma falda que desde 2007 abriga el Centro Cívico Ciudad Alfaro, donde se redactó y aprobó la Constitución Política del Estado, vigente desde 2008, y el emblemático Mausoleo que guarda para veneración una parte de las cenizas del cuerpo de ese prohombre revolucionario, llamado también el “Viejo Luchador”.

 

El cerro tiene una altura de 443 metros sobre el nivel del mar, cuyas laderas están pobladas de una diversidad de especies vegetales comestibles, como guaba, ovo, tomatillo, cereza silvestre, y de otras conocidas por el uso generalizado en industrias y aplicaciones domésticas, que es el caso de la sábila (aloe vera) y piñón. A lo que se suman las especies animales, como las guacharacas, tigrillos, loros y monos aulladores, entre otras que dejan maravillados a quienes exploran la superficie de la elevación en busca de contacto con la Naturaleza.

 

Quienes llegan a la cima dan fe, además, de que se pueden apreciar paisajes extraordinarios que traspasan el horizonte cantonal, dejando al descubierto las configuraciones de los cantones vecinos: Manta, Jipijapa y Jaramijó.

Una de las calles principales de la ciudad y al fondo la Basílica menor donde se venera a la santísima Virgen de Monserrate. Montecristi, Ecuador.
Al pie de la gran elevación se halla la ciudad de Montecristi, donde a su vez resalta la Basílica menor levantada para venerar a la santísima Virgen de Monserrate.

El cerro es visitado semanalmente por decenas de excursionistas, quienes suben tomando las precauciones recomendadas por el Departamento Municipal de Turismo, que guía con información sobre la indumentaria a llevar, hidratación, repelentes, y sobre las rutas de ascenso y descenso.

 

La milenaria elevación es frecuentada no solo por gente del cantón, sino también por ciudadanos de varios puntos de Manabí, quienes se aventuran a las experiencias excitantes y en más de una ocasión intentan conocer el grado de realidad de los mitos, cuentos y leyendas que se tejen en torno al cerro, especies que nacieron con nuestros abuelos y se han difundido de generación en generación.

 

Entre las leyendas que hasta la fecha circulan por los cantones de la provincia, está aquella de que el cerro aparentemente sería un volcán dormido, versión que es desmentida por más de un montecristense, pues no se sabe de actividad volcánica hasta el momento; pero aseguran también que en la cima se encuentra un cráter que está lleno de agua y que estaría conectado al mar.

 

Otra de las fábulas que han sido difundidas es que la montaña está encantada, por ello se decía que si un visitante comía de los frutos existentes en esa área y olvidaba dejar la semilla en el cerro, automáticamente desaparecía el visitante.

Vista despejada del cerro de Montecristi, Ecuador.
Una leyenda dice que el cerro de Montecristi está encantado y por eso quien consume uno de los frutos de su vegetación y no devuelve la semilla, queda atrapado para siempre.

Cerca de dos horas tarda el ascenso al cerro, siguiendo un trayecto lleno de aventuras proclives a estimular la segregación extraordinaria de adrenalina. Pero un árbol blanco, divisado desde todo el contorno cantonal debido a su altura de más de 14 metros y sus grandes hojas, sirve como señal de orientación para no extraviarse durante el ascenso o el descenso.

 

Según la leyenda, el primer habitante de estas tierras fue un señor de apellido Cristi, que se asentó en una de las laderas del cerro y debido a esto la elevación fue bautizada con el nombre de Montecristi, el mismo que identifica al territorio cantonal desde su primera delimitación.

 

Actualmente el Departamento Municipal de Turismo mantiene un convenio de cooperación recíproca con la Fundación Nueva Vida, que busca brindar seguridad a quienes visitan el cerro y además evitar en lo posible que las especies existentes allí se extingan, pues son muy pocas las que quedan en la montaña. Esta vigilancia y control han llevado a recomendar que las visitas al cerro se las haga preferiblemente desde mayo a septiembre de cada año.

 

Por su parte, la Dirección Municipal de Ambiente del GAD de Montecristi ha creado una ordenanza para el control de las canteras que se explotan en las faldas del cerro, de modo que esa actividad económica no perjudique la preservación general de este patrimonio cultural.

 

FUENTES:

Dirección de Comunicación Social del GAD cantonal de Montecristi, mediante boletín informativo y fotos con firma de su directora, periodista Sofía Paredes Rivera; y archivo de Revista LA GENTE de Manabí. MANTA, 11 de julio de 2015.